Madres que «están de los nervios»

Soy la segunda de seis hermanos. Y entre mi hermano mayor y la hermana que me sigue, hay exactamente un año de distancia. Todos nacimos la primera semana de junio, en años consecutivos.

Esas circunstancias, y otras derivadas de la cultura del siglo XX en España, determinan en buena manera la forma en que fueron mis primeros años de vida: junto a un adulto de referencia con un sistema nervioso desregulado.

Cualquier ser humano encerrado casa con tres bebés, frente a una tarea que conlleva la responsabilidad de estar alerta constantemente, organizarse para no dejar solos a los bebes mas que el tiempo imprescindible para resolver los suministros, y sin tener ni siquiera la posibilidad de darse una ducha tranquila, tendría el sistema nervioso tensionado. Y criar tres bebes es una tarea que precisa calma y paciencia. Justo lo que un sistema estresado no tiene a disposición.

El cuerpo todo lo graba. Y cuando el estrés se alarga en el tiempo, el cerebro lo integra como un patrón. Eso quiere decir que pasa a formar parte de ti, de alguna manera se integra esa respuesta como una adaptación al medio. Es un aprendizaje que has hecho, para mantener una situación que te está exigiendo más de lo que sería deseable.

El estrés es una maravillosa respuesta que pone en marcha el cuerpo cuando se enfrenta a situaciones que exigen una reacción en pro de mantenernos con vida a nosotros o a nuestro entorno. Si sentimos un peligro inminente, el cuerpo reacciona generando cortisol, glucagón y otras hormonas, y poniendo a nuestra disposición un gasto extra de energía que nos permita reaccionar.

Una vez pasado el peligro, todo vuelve a calmarse: el latido cardiaco se ralentiza, el sistema vascular envía la sangre de nuevo a los órganos internos, los músculos se aflojan, y el nivel de hormonas se va equilibrando, y uno vuelve a una situación de homeostasis después de un tiempo.

Pero con frecuencia la secuencia no es así, y se van acumulando episodios estresantes, uno sobre otro, sin dar tiempo a la recuperación completa del equilibrio nervioso. Cuando eso se prolonga en el tiempo, el cuerpo “olvida” lo que es estar en calma, y pasa a sobrevivir con un organismo con los niveles hormonales desbalanceados.

Buena parte de nuestra organización  biológica es a través de patrones. De manera que aquello que repetimos muchas veces, crea un hábito, y acaba formando parte de nosotras. Es la manera natural en la que aprende el ser humano, y es muy práctica para muchas cosas, pero en otros momentos puede llegar a limitarnos, incluso a dañarnos.

Y ahora sabemos todo esto, pero en los años sesenta del siglo veinte la neurociencia estaba todavía empezando.

De la generación de mi madre un 32% de las mujeres (frente al 11,1% de los hombres), se medican debido a depresión y ansiedad crónicas. Porcentajes muy elevados también en las mujeres a partir de los 45 años.

Bien entrado el siglo XXI las circunstancias sociales son muy diferentes, y ahora son otras las dificultades: compaginar el trabajo con la crianza sigue siendo muy estresante,  cada vez que recibes una llamada de la guardería tu jornada laboral se va al traste, o tienes que hacer malabarismos y buscar apoyos hasta debajo de las piedras. Y por si fuera poco, aparece una vocecita para echarte en cara que no lo estás haciendo suficientemente bien. ¿Eso tensa nuestro sistema nervioso? sin duda.

Y no hace falta que la situación sea extrema, aún en el caso de que tengas apoyo, y una jornada flexible, el tiempo en el vivimos parece haberse estrechado para todo el mundo. Y vamos todos revolucionados, corriendo de un lado a otro.

CONSECUENCIAS

No es un asunto menor. Nos cuesta imaginar las consecuencias que esto tiene para la sociedad porque no estamos acostumbrados a pensar de una forma sistémica. Pero cada vez mas sabemos de qué manera aprendemos:

De bebés grabamos todo aquello que sucede en nuestro entorno, llegamos al mundo con un sistema nervioso inmaduro, que hay que configurar. Digamos que tenemos que ir “cableando” nuestras respuestas al medio, para poder adaptarnos, aprender a sobrevivir y generar la suficiente confianza en nosotros mismos y en nuestro sistema biológico para tener una vida plena y feliz. 

Aprendemos de los adultos que nos rodean. Y si ellos están en una permanente respuesta de estrés, copiamos eso como forma “normal” de funcionar en el mundo.

Y esto lo hacemos de diversas maneras, pero una fundamental es la imitación: aprendemos de los adultos que nos rodean. Y si ellos están en una permanente respuesta de estrés, copiamos eso como forma “natural” de funcionar en el mundo. Crecemos como individuos inseguros, que han integrado respuestas de lucha o de huída como “lo normal”. Eso nos lleva a generar sociedades en las que muchas personas no se sienten a salvo, y su adaptación social no se completa de la manera más optima: pueden no confiar en ellos mismos ni en los demás, o habitar relaciones de dependencia con otras personas, sentirse víctimas, no tener agencia y esperar que “otros” resuelvan los problemas o tener respuestas de dominancia o agresividad, etc.

Nuestras sociedades serían mejores si todos los niños crecieran junto a personas sin estrés crónico.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Por fortuna, hay mucho que podemos hacer, es necesario tener herramientas para equilibrar nuestro sistema nervioso.

Nuestro organismo es un sistema biológico maravilloso siempre en busca de su homeostasis.

De una forma en la que no somos conscientes, está regulando todo el tiempo las condiciones que permiten que todo funcione bien. La presión sanguínea, la respiración, las funciones digestivas, la limpieza a través del sistema linfático, la inmunidad, etc. Un montón de “gente” está trabajando en nuestro interior para que podamos sentirnos bien. Todas esas funciones se ven comprometidas en los momentos de tensión nerviosa.

Desde la somática, desde el cuerpo, podemos abordar la regulación de nuestro sistema nervioso. Lo podemos hacer a través de la respiración, del trabajo con la atención y el movimiento, la meditación, el contacto con la naturaleza, los sonidos, los colores, las visualizaciones, y más. 

Hay un montón de herramientas disponibles, y es nuestra responsabilidad probar aquellas que nos funcionan y trabajar en la recuperación de nuestro propio equilibrio. Es lo que podemos hacer por nosotras mismas, y por la humanidad, con la esperanza de que conforme vayamos haciendo el trabajo, cada uno su parte, la sociedad humana y su relación con el planeta pueden cambiar y ser lo que somos en esencia, seres amorosos y vinculados con la vida.