EL DOLOR COMO ALIADO (PARTE I)

Hace unos días me encontraba en el hospital, tras una intervención quirúrgica. Es una de las circunstancias de la vida en la que toca gestionar el dolor. No es tan difícil en nuestros modernos hospitales públicos, donde aplican un amplio abanico de sistemas de analgesia, pero, aun así, el dolor va a conseguir expresarse en algunos momentos.

El dolor es aversivo, pero sin duda es necesario. Es un mensajero que alarma para mantenernos a salvo. Es un recurso sin el cual nuestra capacidad de supervivencia se vería afectada.

Tras una cirugía el cuerpo debe comunicar todo aquello que está dañado, hay mucho trabajo por hacer. El dolor pone el foco allí, la zona lesionada se inflama para facilitar el trabajo de reparación, eso permite el control de infecciones, la eliminación de células dañadas, un aumento en la circulación sanguínea en la zona, la activación del sistema inmunitario, y la proliferación de células, colágenos y otros procesos necesarios para la repararación de los tejidos.

Aún una vez localizado el daño e iniciadas las estrategias de reparación, el dolor no se retira. Es porque mientras duele, vamos a evitar el uso o movimiento de la zona dañada.

Cuando somos capaces de escuchar el dolor desde este lugar, y podemos ser conscientes de la forma en la que viene a ayudar en los procesos de autopoiesis*, facilitando la autorregulación y el mantenimiento del buen estado de nuestro organismo, entonces podemos maravillarnos una vez más, y cambiar la “lucha contra el dolor” por una actitud de curiosidad y agradecimiento.

En la sala de despertar, tras la cirugía, había un grito de dolor insoportable. De alguna manera quería escuchar aquello y enviar una respuesta que sonara algo así como:

“Lo sé, sé que han pasado cosas terribles, sé que algunas partes de mi ya no están, sé que hay suturas que cerrar, sé que tenemos mucho trabajo de reparación durante los próximos días, pero no hace falta doler tanto, ya me enteré.”

Por fortuna, no se lo comuniqué solo a mis células, también al equipo médico que me acompañaba y que se puso en marcha para mitigar el dolor. Estoy convencida de que con el entrenamiento adecuado el dolor podría modularse sin ayuda química, pero en mi caso, no alcanzo a hacerlo sola.

Hace ya unos días que salí del hospital, y durante mi convalecencia no he necesitado tomar más analgésicos. Tengo un dolor suave, siempre pendiente, para evitar que haga cosas que puedan comprometer mi recuperación. No me deja moverme despreocupadamente: determina de qué manera puedo incorporarme, qué hacer cuando quiero agacharme, me obliga a hacer lo posible para evitar toses, estornudos y ataques de risa.

Me siento orgullosa de este pequeño dolor, y lo vivo con agradecimiento.

La forma de conectar con lo que sucede dentro de mí, se entrena con las mismas estrategias que usamos en las actividades Embosqadas. Las experiencias conscientes en la Naturaleza, afinan nuestra atención y nos permiten ampliar la interocepción, la capacidad de sentirnos por dentro. Y por supuesto, también lo hacemos durante las clases de Movimiento inteligente, de una forma muy específica. 

Y al mismo tiempo, los espacios naturales  nos aportan una regulación del sistema nervioso que facilita que suceda una integración somática y el aprendizaje pueda darse.

Trabajar con este dolor tan obvio y motivado, no es tan difícil. Hay otras muchas formas de dolor que no son tan sencillas, así que quizá en una segunda parte pueda reflexionar sobre el dolor crónico o el dolor emocional y lo que pueden enseñarnos.

*Autopoiesis: es un neologismo que designa la cualidad de un sistema molecular capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo. Fue propuesto por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela en 1973 para definir la química de automantenimiento de las células vivas.

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